El día que Graciela cumplió cinco años, mamá la despertó con muchos besos y abrazos. Salí de mi cama y fui a la de mi hermana para darle un beso y desearle también un feliz cumpleaños.
Esa mañana Graciela no fue a clases. Así que sólo yo me subí al transporte y me quedé mirando como ella y mamá se quedaban celebrando con mimos y arrumacos.
Ya en la tarde, fue papá quien me buscó al colegio. Entonces, durante la cena y luego de cantar cumpleaños, tuve que decirle la verdad a Graciela:
— Mamá es más mía que tuya
— ¡Claro que no! — respondió molesta
— ¡Claro que sí! — repliqué con fuerza
— ¿Y por qué? — dijo entre pucheros
— Porque yo nací primero. Tiene ocho años como mi mamá y sólo cinco siendo tuya — y continué: — ¿y sabes qué? Así será siempre, siempre, siempre.
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