Una Semana Santa que fuimos a visitar a mi tío Ramón, nos econtramos con que había comprado un televisor a color. Mi tío, entre orgulloso y emocionado, encendió el artefacto para hacernos demostración de su nueva adquisición.
Por aquel entonces, toda la programación de la semana mayor estaba relacionada con la vida de Jesús, así que vimos una versión matizada de Ben Hur. Una película con escenas de sangre muy roja que nos impresionó, tanto a mi hermana como a mí.
Papá quedó encantado, dijo que pronto compraría uno, pues nosotros aun veíamos televisión en blanco y negro.
Más tarde, al llegar a casa, Graciela, con las manos en la cintura y el ceño fruncido, nos dijo:
—La verdad, no necesitamos un televisor a color.
—¿No? —contestó papá extrañado.
—No — respondió mi hermana— si ya sabemos los colores de las cosas—entonces sonrió y continuó segura de sus palabras: —Por ejemplo, la Pantera Rosa, es amarilla.
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