sábado, 20 de octubre de 2012

Pacto


Sumergida en angustias
sofocada de miedo
ella, 
libra un encuentro diario.
Suspiros,
clamores,
sentimiento,
piel.

Insomnio, 
vórtice que asfixia,
que la devuelve 
hendida,
del querer abrazado.
Garganta rota,
afecto oculto,
apretado tras su cuello.

Encuentros,
pasiones,
serenan su cuerpo,
mientras ella,
silencia su aliento
que cede,
para estar,
para persistir,
según lo acordado.

martes, 16 de octubre de 2012

Manos atizan el fuego

brasas encomian,
erizan la piel
del cuerpo trepidante.

Al aire,
clamores reprimidos,
pausas rotas,
susurros agónicos
en espera del estallido,
que libere su flama
oculta,
enérgica,
desbocada.

Angustia que es delicia,
preámbulo inquieto,
anhelada implosión,
desborde    gozo,
del cuerpo bienamado
que arde
hasta el sopor.

Fuegos de alba.

lunes, 8 de octubre de 2012

¿Rendirse como opción?



¿Rendirse puede considerarse una opción? Quizás. Admitir que no tenemos competencia o talento para algo, también es válido. Incluso puede constituir un acto de valentía. Como aquel que siempre quiso cantar pero carece buena voz y oído musical, por ejemplo. Quizás reconocerlo, desistir de ello, podría resultar una opción.

Pero, ¿rendirse por cansancio? ¿Por hastío? ¿Rendirse ante la desesperación de no saber cómo actuar? ¿De no comprender? En este caso ¿es rendirse una buena salida? No lo creo.

Admito que el domingo pasado fui a votar por un cambio. Convencida de que Venezuela necesita una mejor gerencia. Cansada del desorden y el caos que impera en el país y que ha ido incrementándose exponencialmente en estos catorce años. Dolida por las más de diecinueve mil muertes violentas que hubo durante año pasado, lo cual, para mí, resulta demasiado, más aun, cuando una de esas víctimas formaba parte de mi familia.

Fui a votar y contrario a lo que había ocurrido en otros comicios, esta vez no se trataba de un voto castigo. Fui a votar confiada en la capacidad de Henrique Capriles Radonski para conducir las riendas de este tan maltratado país. Capacidad que hasta ahora, en mi opinión, demostró durante su gestión como Alcalde y Gobernador. Y sí, fui con entusiasmo, segura de que al igual que yo, la mayoría de los venezolanos estaban cansados de este desbarajuste. Fui campante, contenta y me contagié de la emoción de los que allí estaban. Hice una cola de cuatro horas y media, bajo el sol, me insolé (culpa mía nada más), pero allí estuve hasta que voté. Voté pensando en mi familia, en su futuro. Voté también creyendo en la sensatez de mis compatriotas, a quienes escucho quejarse del hampa, del desempleo, la inflación, los apagones, los huecos en las calles, del deterioro de la calidad de vida en general. Pero, me equivoqué. No con mi voto, porque sigo creyendo que Capriles es la mejor opción y hasta ahora, el mejor presidente que podría haber tenido Venezuela. Me equivoqué cuando creí que la mayoría quería un cambio. Perpleja escuché los resultados que daban ganador, una vez más a Chávez. Lo que dejó en evidencia que la mayoría (muy estrecha, pero mayoría al fin y de eso se trata la democracia, ¿no?) está conforme con la gestión de su gobierno. Me cuesta entenderlo, pero lo acepto. Me toca compartir el suelo con esos venezolanos satisfechos.

Pero si algo también quedó demostrado, es que existe un movimiento, un grupo que no comulga con esta desorganización. Ha crecido la consciencia, la inconformidad, la necesidad de un cambio que saque al país de este sumidero. Que a pesar de la derrota, los que apostamos a Capriles salimos fortalecidos. No fuimos mayoría, es verdad. Pero se trata del cuarenta y cinco por ciento de la población, un cuarenta y cinco por ciento que quería un camino distinto. Una minoría respetable, somos considerables y al gobierno le quedó claro.

No puedo negar que ayer lloré, que me costó conciliar el sueño, que hoy me faltó voluntad para levantarme de la cama. Pero salir y ver a Caracas desolada, si bien me arrugó más el alma, también me confirmó que sí, que somos una minoría respetable. Entonces ¿rendirme? ¿Tomar el camino más fácil y decir “no vuelvo a votar” o “me voy del país”? Definitivamente no. Viviré mi duelo, despecho, guayabo, como quiera que se llame, después voy a seguir.

No creo en eso de “que el tiempo de dios es perfecto”. En realidad, ni siquiera estoy segura de que exista un dios, y si existiera, no creo que se metería en esto. De lo que sí estoy segura es que es a nosotros a quienes les corresponde trabajar por lo que queremos. Rendirse en este caso, no es una opción. Hay que seguir adelante, hay una promesa de futuro. Y sí, hay un camino.

martes, 2 de octubre de 2012

Dejar de creer

Dejé de creer cuando advertí, que el Ratón Pérez no haría crecer de nuevo mi diente roto.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

La Pantera Rosa es amarilla



Una Semana Santa que fuimos a visitar a mi tío Ramón, nos econtramos con que había comprado un televisor a color. Mi tío, entre orgulloso y emocionado, encendió el artefacto para hacernos demostración de su nueva adquisición.

Por aquel entonces, toda la programación de la semana mayor estaba relacionada con la vida de Jesús, así que vimos una versión matizada de Ben Hur. Una película con escenas de sangre muy roja que nos impresionó, tanto a mi hermana como a mí.

Papá quedó encantado, dijo que pronto compraría uno, pues nosotros aun veíamos televisión en blanco y negro.

Más tarde, al llegar a casa, Graciela, con las manos en la cintura y el ceño fruncido, nos dijo:

—La verdad, no necesitamos un televisor a color.
—¿No? —contestó papá extrañado.
—No — respondió mi hermana— si ya sabemos los colores de las cosas—e
ntonces sonrió y continuó segura de sus palabras: —Por ejemplo, la Pantera Rosa, es amarilla.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Vacaciones Futuras



El año que papá compró la casa nueva, quedó muy corto de dinero, por lo que en esas vacaciones no hicimos nada en particular. Graciela y yo nos quedamos con mamá, dibujando, cantando, leyendo cuentos y viendo televisión todo el día, mientras papá debía trabajar.

Llegado el regreso a clases, como casi todos los años, las maestras nos pidieron realizar una composición sobre el disfrute de nuestras vacaciones. Graciela, que entonces cursaba tercer grado, hizo un escrito que impactó a la maestra y posteriormente a mis padres.

En él narró, con gran detalle, un viaje a la Isla de Margarita. Describió como las gaviotas se asomaban por las ventanas del avión, los delfines que vio cuando hizo paseos en lancha, lo largo que eran los días en la playa. Contó sobre gigantes castillos de arena, circos a la orilla del mar y hasta una noche con lluvia de estrellas multicolores. Habló de trajes de baño nuevos, helados de sabores mágicos, barbies de moda y regalos para toda la familia.

Siendo la última línea de su relato “bueno, la verdad, es que esas son las vacaciones del año que viene, porque este año, papá no tuvo dinero.”

miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Y quién carajos es ese?



Hay momentos que se tornan memorables sin que formen parte de algún evento trascendental. Situaciones que, por sencillas, se convierten en gratas anécdotas que vale la pena contar.

Hace algunos años, un domingo cualquiera en el que me encontraba de visita en casa de mis padres y mientras veía televisión con mamá, se asomó una noticia relacionada con “Memoria de mis Putas Tristes” de Gabriel García Márquez. En ella informaban todo el alboroto que se produjo debido a que la novela había sido pirateada antes del lanzamiento original del libro.

Lo cierto del caso, es que mientras lo veíamos, mamá dice:

— ¡Ah vaina! ¿y Gabriel García Márquez no estaba muerto?

Yo, horrorizada ante la ignorancia de mi dulce madre, le comento:

— ¡Chica! Pero ¿por qué tú siempre estás tan perdida?

Y no conforme con eso, a modo de chiste, le pego un grito a mi papá que se encontraba en la cocina:

— ¡Epa! escucha a mi mamá, ¡Y que García Márquez estaba muerto!

A lo que mi viejito contesta, con su acento guarísimo:

— ¿Y quién carajos es ese?