Confronto las sombras. Una vez más me encuentro vencida, devastada ante
el horror de internarme en la vorágine que me hiere a diario cual pesadilla
burlesca.
Cierro los ojos. Con fe clamo sosiego. Pienso en mañana y la humedad se
adueña de mis sienes. El embate de mi sangre se acopla con la noche y el suspiro
ajeno se torna en estruendo.
Se envejecen las horas, hasta que el alma se cansa y el vacío se apiada
de mi cuerpo que sucumbe al tormento que arrastra y que se hace evidente en mis
párpados azules.
No hay comentarios:
Publicar un comentario